Sinopsis
Con diez años, se suponía que había llegado el momento para que Thora fuera capaz de realizar su transformación en una forma animal. Sin embargo, la pequeña hija del brujo Runolf sabía que los conjuros no eran lo suyo y, aparte de un frío espantoso, no esperaba experimentar nada más aquella noche. Pero cuán grande será su sorpresa cuando Oddo, el hijo del granjero Bolverk, interrumpa su ritual para pedirle ayuda: quiere fabricar una runa mágica para hacerse con el cariño de su padre.
Juntos intentarán el hechizo. Lo que desconocen es que un pequeño error puede convertir un inofensivo acto de magia blanca en un auténtico maleficio.
Antes de comenzar con la reseña propiamente dicha, me gustaría hacer un hincapié respecto a esta trilogía. Hace unos días me paseaba por una tienda de segunda mano que hay en Wageningen y por casualidad me topé con este libro, lo cual me llenó de verdadero gusto ya que mi padre me regaló La runa secreta cuando tenía aproximadamente 9 años. Me trae gratos recuerdos y mucha nostalgia, en especial porque en su momento presté los tres libros (dos de los cuales me costaron sudor y lágrimas de conseguir), y el desgraciado nunca me los dio de vuelta. Así de mala es la gente, vamos, que ni los libros retornan ¬¬.
Magia Vikinga es una trilogía de libros cuyos títulos son La runa secreta, El hechizo del lobo y El país del hielo. Ambientada en la Noruega medieval, en donde era común que los vikingos buscaran ganarse la vida a bordo de drakkares asaltando aldeas indefensas, la trilogía se enfoca en las aventuras de Oddo el hijo de Bolvek el Bramador, y Thora la hija de Runolf el Hacedor de Runas. Los dos se encuentran en una situación bastante particular, pues son todo lo contrario de lo que su familia espera de ellos: Thora es la única integrante de una familia de magos incapaz de hacer magia, y Oddo es un completo inútil en las labores de la granja. A todos nos ha pasado que no encajamos en nuestras familias, pero esto es más... complicado.
Esto ha hecho que ninguno de los dos niños encaje entre los suyos, haciendo que se retraigan en sí mismos y que nada más esperen el momento en que sus imperfecciones salten a la vista. Una noche, sin embargo, mientras Thora se ve obligada a pasar las horas sentada sobre la tumba del abuelito para lograr el cambio de forma, Oddo la espía por accidente y casi se cae de bruces al descubrir que un fantasma intenta llamar la atención de la muchacha sin que esta pueda verlo. Alrededor de ella también hay un fuego sobrenatural y él se siente extrañamente atraído hacia la magia. Es aquí en donde comienza su historia.
—Ah, eres tú —dijo la chica—. ¿Qué te hace tanta gracia?
—Tú —contestó Oddo—. Llevas la capa torcida y creías que yo era un fantasma, pero cuando había un fantasma de verdad que te tocaba y te hablaba, ¡no lo has visto!
La muchacha lo miró furiosa y arrojó la capa al suelo.
—¡Cuidado! —exclamó Oddo—. ¡Se va a quemar!
—Ja, ja —soltó Thora con sarcasmo—. Te ríes de mí porque soy una bruja. Y hablas de fuego y fantasmas… Bueno, pues no te creo.
Le volvió la espalda y se sentó. Oddo la miraba.
—Hay un fuego alrededor de ti —dijo señalándolo—. ¿No lo ves?
Aunque esta es una novela de fantasía no nos encontramos con animales mitológicos ni con estallidos de colores y la creación de cosas maravillosas. La magia que aparece es simple, pero no por ello menos importante. Sabemos, por ejemplo, que la abuelita de Thora es capaz de tejer capas que protegen a un hombre de morir ahogado en el mar, que su madre puede leer la buenaventura y que su padre es hábil tallando runas poderosas para proteger del peligro y dar la buena suerte. Algunos de sus hermanos hacen el cambio de forma, crean animales a partir de ramitas y hacen que florezca todo un bosque al tocar cualquier cosa hecha de madera.
Y de Oddo... bueno, de entrada sabemos que Bolvek odia todo lo que esté relacionado con la magia, creyendo que en la vida solo cuenta lo que se hace a partir del trabajo duro. Esto no sería un problema si su hijo no fuera un muchachito enclenque a quien le cuesta trabajo hasta talar el árbol más raquítico de la región y que se lastima cada dos por tres cuando se trata de arar la tierra. Peor todavía: Oddo puede hablar con los animales y controlar el clima, pero por miedo a la ira de su padre prefiere ocultar sus habilidades.
¿Qué es lo que me gustó?
La simplicidad con la que se describen las cosas, sin hacer hincapié ni en lo normal ni cuando las cosas se salen de control. De entrada nos vemos sumergidos en lo que sería la vida en una granja y los problemas con los que sus habitantes se enfrentan, y en lo que sería vivir con un grupo de personas que no se preocupan ni por su apariencia, ni por su higiene ni tampoco por lo que van a comer ese día. Recuerdo que en su momento me sentí encantada de conocer lo que pudo haber sido el estilo de vida de los vikingos y darme cuenta de que no era muy diferente a cualquier otro. Vamos, que yo me los imaginaba rudos e intrépidos navegantes, hombres y mujeres decididos y sin miedo tipo la serie Vikings o los que describen en Leif, el hijo de Erik (vaya, no puedo creer que a esa edad me haya leído también ese libro). Pues bien, varios de los personajes que tenemos aquí son gente más bien tranquila que se limita a cuidar de sus familias y no se meten con nadie.
También está el pequeño alfabeto futhark (o rúnico) que viene al final de cada uno de los libros junto con su contraparte en el alfabeto latino. ¡Pasé horas escribiéndole mensajes secretos a mi hermana sin que mis padres supieran de qué estábamos hablando!
No tengo mucho qué comentar respecto a los personajes, pues al ser un libro muy corto en donde aparece un montón de gente (tan solo en la casa de Thora viven diez personas), no tenemos la oportunidad de conocerlos a fondo. Sin embargo, sí puedo decir que aunque al principio parece que tenemos arqueotipos (la madre bonachona, la hermana incómoda, el padre enojón y los vecinos alegres), con unas cuantas líneas descubrimos que adentro hay más de ellos de lo que podemos ver a simple vista. He de decir que mi personaje favorito es Thora, quien tiene mucho sentido común y por grande que sea la adversidad no se da por vencida. Ojalá hubiera más gente como Thora. Aunque no tiene ni pizca de talento mágico natural, es muy buena aprendiendo cosas y no descansa hasta que finalmente encuentra algo en lo que sobresale.
—¡Uaggh… qué peste! —gritó Astrid cuando penetró a zancadas en la estancia—. ¿De quién es este hechizo?
Se quitó la capa y agitó la mano hacia los vapores que se elevaban del caldero.
—¡No es un hechizo! ¡Es la cena! —chilló Harald, muy alegre.
—Oh —dijo Astrid—. Thora está cocinando. Debí imaginarlo.
—Tienes suerte de que aquí cocine alguien —murmuró Thora—, aunque sólo sea corteza de pino y algas. ¡A ver si un día lo intentas tú!
Oddo también me fue agradable, quizá porque conecté más con él en su momento, pues no tiene tanto sentido común y vive temeroso de hacer enfadar a su padre sin poder darse cuenta de que este lo ama de verdad, solo que le irrita lo inútil que es. Sí, me recordó a mi misma cuando me sentía mal porque algo no me saliera después de haberles prometido a mis padres que lo haría. Sin embargo, y al igual que Thora, está dispuesto a salir de su zona de seguridad para embarcarse a la aventura cuando la situación así lo amerita. Tiene miedo, sí, pero no deja que este sea el que decida todo el curso de su vida.
Es interesante ver cómo van creciendo a lo largo de la trilogía, como comienzan a darse cuenta de que no hay límites cuando se proponen algo en conjunto. Y también como aceptan la idea de que no son lo que su familia espera de ellos, pero que de alguna forma son el eslabón que hace falta para que las cosas marchen de la mejor manera.
Lo recomiendo. Es una lectura ágil y rápida que te lleva a descubrir un mundo más como el nuestro, en donde más allá de la magia lo importante es saber hasta dónde estás dispuesto a arriesgarte para descubrirte a tí mismo.
Esto ha hecho que ninguno de los dos niños encaje entre los suyos, haciendo que se retraigan en sí mismos y que nada más esperen el momento en que sus imperfecciones salten a la vista. Una noche, sin embargo, mientras Thora se ve obligada a pasar las horas sentada sobre la tumba del abuelito para lograr el cambio de forma, Oddo la espía por accidente y casi se cae de bruces al descubrir que un fantasma intenta llamar la atención de la muchacha sin que esta pueda verlo. Alrededor de ella también hay un fuego sobrenatural y él se siente extrañamente atraído hacia la magia. Es aquí en donde comienza su historia.
—Ah, eres tú —dijo la chica—. ¿Qué te hace tanta gracia?
—Tú —contestó Oddo—. Llevas la capa torcida y creías que yo era un fantasma, pero cuando había un fantasma de verdad que te tocaba y te hablaba, ¡no lo has visto!
La muchacha lo miró furiosa y arrojó la capa al suelo.
—¡Cuidado! —exclamó Oddo—. ¡Se va a quemar!
—Ja, ja —soltó Thora con sarcasmo—. Te ríes de mí porque soy una bruja. Y hablas de fuego y fantasmas… Bueno, pues no te creo.
Le volvió la espalda y se sentó. Oddo la miraba.
—Hay un fuego alrededor de ti —dijo señalándolo—. ¿No lo ves?
Aunque esta es una novela de fantasía no nos encontramos con animales mitológicos ni con estallidos de colores y la creación de cosas maravillosas. La magia que aparece es simple, pero no por ello menos importante. Sabemos, por ejemplo, que la abuelita de Thora es capaz de tejer capas que protegen a un hombre de morir ahogado en el mar, que su madre puede leer la buenaventura y que su padre es hábil tallando runas poderosas para proteger del peligro y dar la buena suerte. Algunos de sus hermanos hacen el cambio de forma, crean animales a partir de ramitas y hacen que florezca todo un bosque al tocar cualquier cosa hecha de madera.
Y de Oddo... bueno, de entrada sabemos que Bolvek odia todo lo que esté relacionado con la magia, creyendo que en la vida solo cuenta lo que se hace a partir del trabajo duro. Esto no sería un problema si su hijo no fuera un muchachito enclenque a quien le cuesta trabajo hasta talar el árbol más raquítico de la región y que se lastima cada dos por tres cuando se trata de arar la tierra. Peor todavía: Oddo puede hablar con los animales y controlar el clima, pero por miedo a la ira de su padre prefiere ocultar sus habilidades.
¿Qué es lo que me gustó?
La simplicidad con la que se describen las cosas, sin hacer hincapié ni en lo normal ni cuando las cosas se salen de control. De entrada nos vemos sumergidos en lo que sería la vida en una granja y los problemas con los que sus habitantes se enfrentan, y en lo que sería vivir con un grupo de personas que no se preocupan ni por su apariencia, ni por su higiene ni tampoco por lo que van a comer ese día. Recuerdo que en su momento me sentí encantada de conocer lo que pudo haber sido el estilo de vida de los vikingos y darme cuenta de que no era muy diferente a cualquier otro. Vamos, que yo me los imaginaba rudos e intrépidos navegantes, hombres y mujeres decididos y sin miedo tipo la serie Vikings o los que describen en Leif, el hijo de Erik (vaya, no puedo creer que a esa edad me haya leído también ese libro). Pues bien, varios de los personajes que tenemos aquí son gente más bien tranquila que se limita a cuidar de sus familias y no se meten con nadie.
También está el pequeño alfabeto futhark (o rúnico) que viene al final de cada uno de los libros junto con su contraparte en el alfabeto latino. ¡Pasé horas escribiéndole mensajes secretos a mi hermana sin que mis padres supieran de qué estábamos hablando!
No tengo mucho qué comentar respecto a los personajes, pues al ser un libro muy corto en donde aparece un montón de gente (tan solo en la casa de Thora viven diez personas), no tenemos la oportunidad de conocerlos a fondo. Sin embargo, sí puedo decir que aunque al principio parece que tenemos arqueotipos (la madre bonachona, la hermana incómoda, el padre enojón y los vecinos alegres), con unas cuantas líneas descubrimos que adentro hay más de ellos de lo que podemos ver a simple vista. He de decir que mi personaje favorito es Thora, quien tiene mucho sentido común y por grande que sea la adversidad no se da por vencida. Ojalá hubiera más gente como Thora. Aunque no tiene ni pizca de talento mágico natural, es muy buena aprendiendo cosas y no descansa hasta que finalmente encuentra algo en lo que sobresale.
—¡Uaggh… qué peste! —gritó Astrid cuando penetró a zancadas en la estancia—. ¿De quién es este hechizo?
Se quitó la capa y agitó la mano hacia los vapores que se elevaban del caldero.
—¡No es un hechizo! ¡Es la cena! —chilló Harald, muy alegre.
—Oh —dijo Astrid—. Thora está cocinando. Debí imaginarlo.
—Tienes suerte de que aquí cocine alguien —murmuró Thora—, aunque sólo sea corteza de pino y algas. ¡A ver si un día lo intentas tú!
Oddo también me fue agradable, quizá porque conecté más con él en su momento, pues no tiene tanto sentido común y vive temeroso de hacer enfadar a su padre sin poder darse cuenta de que este lo ama de verdad, solo que le irrita lo inútil que es. Sí, me recordó a mi misma cuando me sentía mal porque algo no me saliera después de haberles prometido a mis padres que lo haría. Sin embargo, y al igual que Thora, está dispuesto a salir de su zona de seguridad para embarcarse a la aventura cuando la situación así lo amerita. Tiene miedo, sí, pero no deja que este sea el que decida todo el curso de su vida.
Es interesante ver cómo van creciendo a lo largo de la trilogía, como comienzan a darse cuenta de que no hay límites cuando se proponen algo en conjunto. Y también como aceptan la idea de que no son lo que su familia espera de ellos, pero que de alguna forma son el eslabón que hace falta para que las cosas marchen de la mejor manera.
Lo recomiendo. Es una lectura ágil y rápida que te lleva a descubrir un mundo más como el nuestro, en donde más allá de la magia lo importante es saber hasta dónde estás dispuesto a arriesgarte para descubrirte a tí mismo.